lunes, 13 de junio de 2011

CONTADORES DEL TIEMPO


POR ROBERTO VILLALOBOS
TOMADO DE
http://servicios.prensalibre.com/pl/domingo/fondo.shtml

Hombres y mujeres pueden ser guías espirituales mayas. Para ello necesitan comprometerse y poseer un cúmulo de conocimientos en beneficio de sus comunidades.

La apacibilidad de la noche era insuficiente para que Alberto Coxaj se sintiera cómodo, pues tenía una enorme depresión. Para tratar de encontrar armonía asistió a las iglesias cristianas, pero, al final, esas doctrinas no lo convencieron.

Su situación se complicó cuando tuvo que ser operado por un coágulo en la región pectoral. La cirugía no le cerraba por una extraña razón. “Me dijeron que no me podían curar”, recuerda. Desesperado, buscó más opciones para solucionar su problema.

Con el tiempo consultó con un ajq’ij —en k’iche’, contador del tiempo; un guía espiritual o sacerdote maya—. Este le dijo: “Usted tiene una energía negativa que no puede canalizar. Además, debe cumplir un objetivo en este mundo, y si no lo hace, jamás se va a levantar. Su destino es ser misionero”.

Coxaj no entendió lo que el ajq’ij trató de decirle. Sin embargo, ante su sufrimiento emocional y físico decidió obedecerlo. “Me dio los conocimientos de la cosmología maya”, refiere. “Me interesé en el tema y estudié bastante. Mi maestro —Timoteo Martínez— insistió en que debía prepararme para ser guía espiritual maya, pues, de lo contrario, no me salvaría de mi enfermedad”.

En la cultura maya, los ajq’ijab’ son aquellas personas que manejan con propiedad el calendario tzolkin, que consta de 260 días y que, entre otros usos, se emplea para celebrar ceremonias religiosas, adivinación e interpretar los sueños.

“Estos conocimientos fueron transmitidos por los descendientes de Ixpiyacoc e Ixmucané —nuestros padres—, quienes aparecen en el libro sagrado, el Popol Vuh”, comenta Cirilo Pérez Oxlaj, presidente del Consejo Nacional de Ancianos Mayas, Xincas y Garífunas, y guía espiritual desde los 13 años —hoy tiene 82—. “Nuestros abuelos nos dejaron dicho cómo se cuenta el tiempo a través de los calendarios mayas”, refiere.

De esa forma, por medio del tzolkin se puede saber cuál será la ocupación adecuada para una persona. “Algunos nacen para ser escritores; otros, para ser médicos, agricultores o músicos. Esto se puede saber a través del nahual de una persona, ya que en la cosmovisión maya es el que controla la vida del ser humano desde su nacimiento hasta su muerte. Por eso no todos pueden llegar a ser ajq’ij. En cambio, solo lo pueden ser aquellos que nacen en días específicos y que únicamente un astrólogo maya puede decirlo”, apunta el experto.

El ajq’ij Rolando Ixcot, fundador del Centro de Orientación Cultural Maya, en Quetzaltenango, difiere de esa opinión: “Considero que todo aquel que se proponga ser guía espiritual maya lo logra. Unos tienen mejores facultades que otros, eso sí. Por ejemplo, yo soy buen consejero para los negocios o para quienes tienen problemas de familia, pero hay otros que son buenos para curar, para leer el fuego o para interpretar el movimiento de los astros”.

Encaminamiento
Para ser guía espiritual maya se debe pasar por un período de preparación. El sistema es diferente en cada etnia, pero todas coinciden en muchos aspectos.

Como Alberto Coxaj, originario de Los Cipreses, Momostenango, Totonicapán, muchos de los ajq’ijab se inician luego de haber experimentado dolencias físicas o problemas de diversa índole —económicos o familiares, por ejemplo—. Otros afirman que tienen visiones o sueños que los conducen a buscar el camino de la espiritualidad maya, como le sucedió a Pérez Oxlaj. “A mí me prepararon desde los 10 años, allá en San Francisco El Alto, Totonicapán. Soñaba que podía volar sobre las montañas, los volcanes y los mares, o que me podía sumergir en el agua y ver ciudades antiguas. También me podía comunicar con personas que nunca conocí”, relata.

Durante el ritual se escucha de parte del ajq’ij: “Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra, Corazón del Fuego, Corazón del Agua; buenos días, encanto mundo… Le pedimos perdón por venir a molestar la paz de este sagrado lugar. Esta es la primera vez que mi alumno viene; nútralo de conocimiento, que saque fortaleza de su cuerpo, dulzura de su corazón y quítele toda la amargura, resentimientos y toda otra cosa negativa dentro de él”.

Después se coloca la ofrenda sobre una mesa, la cual consiste en pom, incienso, ocote, romero, pericón o miel, dependiendo del nahual de la ocasión.

Al llegar a la ceremonia número 13 se le pregunta al discípulo si quiere seguir en la senda de la espiritualidad maya. “El 13 es clave. ¿Sabe por qué? Porque el ser humano tiene 13 articulaciones: tobillos, rodillas, caderas, hombros, codos y muñecas tienen dos cada uno, más el cuello. Y si usted se da cuenta, 13 multiplicado por los 20 dedos que se tienen en las manos y pies da un total de 260, que son los días del tzolkin, el calendario sagrado”, comenta Ixcot.

Recibimiento
Mientras Coxaj avanzaba con su preparación para llegar a ser sacerdote maya, sintió un enorme alivio en su cuerpo y en su espíritu. La herida que le sangraba en el pecho izquierdo por fin mejoró y empezó a cerrar. “Esta cicatriz que tengo significa mi despertar espiritual”, afirma. “El sagrado fuego me purificó”, enfatiza.

En lugares como Rabinal, Baja Verapaz, es necesario ascender 13 cerros sagrados portando un incensario, pero si alguien lo quiebra, no puede graduarse, pues significa que no está preparado para el camino de la espiritualidad.

En otros lugares, tras las 20 ceremonias durante 260 días, llega el momento del recibimiento, que también es un día Waxaqib’ Batz’ para los hombres y un Kawoq Batz’ para las mujeres.

En esa fecha se convoca a un concejo de ancianos para evaluar al discípulo. Le preguntan sobre el calendario maya, por qué hay 20 nahuales o sobre los materiales que se deben utilizar en los diferentes rituales.

El alumno asiste ataviado con camisa blanca o roja. El primer color, por su significado de pureza, y el segundo porque esa persona representará al guardián del fuego sagrado. El pantalón también puede ser de cualquiera de esas tonalidades. A veces se emplea un traje típico de la región.

La camisa significa el comienzo de la actividad espiritual; el pantalón, rectitud; los caites, fortaleza.

Además, se llega con una cinta en la cintura, que representa el sostén para no cometer errores; un collar de cuarzo, para atraer energía positiva y repeler la negativa, y, por último, un tzut, que es como un pañuelo que va amarrado a la cabeza y que representa el respeto.

Luego de darle recomendaciones al futuro ajq’ij, los ancianos se dirigen a la persona que lo instruyó: “Queremos agradecerle porque usted ofreció su tiempo para encaminar a esta persona. Tal vez pasó hambre y sed en la montaña. Ojalá que su alumno sea luz”.

Durante la ceremonia, que se extiende por unas dos horas, se enciende fuego, pues es el elemento que le transmite poderes al nuevo ajq’ij.

Después se hace entrega del envoltorio sagrado, también conocido como vara o tzité, el cual contiene 260 semillas del árbol de pito. “Esas eran las que usaban los abuelos”, indica Coxaj. “Significa rectitud y sirve para diagnosticar y pronosticar; es como la computadora del ajq’ij, porque a través de estas semillas con aspecto de frijol se puede ver lo que se solicite; es un oráculo. El tzité es la esposa espiritual de cada guía”.

Básicamente, “estos rituales sirven para la purificación, para encontrar el equilibrio”, apunta Ixcot. Con él coincide Coxaj: “Se pide armonía, sabiduría y riqueza espiritual”.

Por último se entregan ofrendas que varían de acuerdo con la etnia. Algunos usan alcohol, tabaco e incluso sangre. “Los abuelos Hunahpú e Ixbalanqué ofrendaban sangre, ya que es símbolo de vida. Antes se perforaban la lengua para sacar algunas gotas”, refiere Coxaj.

Hoy todavía se suele sacrificar a un ave, por lo regular una gallina. “No se usan cuchillos; se quiebra la cabeza del ave con las manos; luego se saca su corazón, aún latiendo, y se coloca en las manos de quien se está recibiendo”, explica Ixcot. “En ese momento se pide al creador iluminación y sabiduría para el nuevo guía espiritual”.

Luego se lanza el corazón al fuego. Esa es costumbre de las etnias k’iche’ y kaqchikel.

El resto de la gallina, en ocasiones, es cocinado para los asistentes; en otras se deja tirado en el campo, para que otros animales se puedan nutrir de la carne.

De esa forma empieza el camino de un sacerdote maya, quien, en adelante, deberá mostrar rectitud y una ardua labor de servicio para quien lo solicite. Como dijo alguna vez el ajq’ij Apolonio Chile Pixtún: “Ser guía significa mantener el equilibrio ante las leyes del universo. Es ser una persona disciplinada, humanista, respetuosa de la naturaleza, desinteresada, sin afanes de lucro y alejada de malos hábitos”.

“No somos brujos”
Cirilo Pérez Oxlaj, presidente del Consejo Nacional de Ancianos Mayas, Xincas y Garífunas, dice: “Los invasores —los españoles conquistadores— inventaron que nosotros —las nativos mayas— nacimos en pecado, porque no practicábamos el cristianismo”.

Pedro Ixchop, presidente de la Asociación de Sacerdotes Mayas de Guatemala, aclara que ser ajq’ij o guía espiritual maya no tiene nada que ver con los chamanes o con rituales de brujería.

Alejandro Tiul, miembro de dicha agrupación, refiere que, lamentablemente, ciertas personas han tomado elementos de la espiritualidad maya para mezclarla con imaginería de diferentes doctrinas religiosas. “Ellos son espiritistas y pueden llegar a hacer el mal. Ellos leen el tarot, por ejemplo y nosotros no. Los guías espirituales mayas somos una corriente aparte. No somos brujos”.

Mucha de esta creencia se debe a personas que tienen programas radiales en los que ofrecen hacer “trabajitos”, como conseguirle pareja a alguien, sanar enfermedades incurables o solucionar problemas económicos a través de la mezcla de elementos mayas, cristianos y de otras doctrinas religiosas, como la lectura de la cábala o el tarot. “El ajq’ij no tiene nada que ver con eso”, insiste Pérez Oxlaj. Hay un factor en el que discrepan los mismos guías espirituales mayas: cobrar o no por sus servicios.

“Algunos de nuestros hermanos viven de la espiritualidad maya. La gente paga por los materiales que se utilizan pero lo que le queda al ajq’ij es mínimo”, defiende Ixchop. Otros guías espirituales dicen, en cambio, que es mejor prestar sus servicios de forma gratuita y dedicarse a otra actividad para ganarse la vida.
Entonces, ¿qué hacer? El ajq’ij Apolonio Chile Pixtún propone “ver los principios del sacerdote”, aunque para eso “hay que volverse muy sensible”.

Una vez un aspirante ha sido aceptado por un abuelo o tata mayor —como también se les llama a los maestros espirituales mayas—, empieza el llamado encaminamiento o preparación. “Este es un proceso de 260 días en el cual se debe ofrendar a los 20 nahuales que componen el calendario. Se visitan varios sitios ceremoniales, siempre acompañado del tata”, explica Ixcot. La preparación, por cientos de años, se ha transmitido en forma oral.

De esa cuenta, el abuelo va a buscar a su discípulo a casa. Este lo saluda con un beso en la mano, en señal de respeto. Luego ambos se encaminan al sitio de ofrenda, que puede ser una montaña, cerro, volcán o ruina maya.

Le dice el tata: “Hijo, usted respira el aire todos los días; ¿ya dio gracias por eso? Usted bebe a diario; ¿ya dio gracias por el agua? Usted disfruta del fuego para preparar alimentos; ¿ya dio gracias? De la tierra brotan sus alimentos; ¿ya dio gracias?”.

“Estos son los primeros pasos, y el ajq’ij le enseña a su alumno a ser agradecido con todo lo que le rodea, pues todo le ha sido dado por el ajaw —dios creador—”, refiere Ixcot.

De esa cuenta, al llegar al sitio ceremonial acepta el compromiso de ofrendar a los cuatro puntos cardinales, que representan los cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra.

Se procede con el ritual, según el nahual que corresponda a la fecha. El tata, en la primera ceremonia —que siempre debe ser en el día Waxaqib’ Batz’, para los hombres, y en el Kawoq Batz’, para las mujeres— advierte: “Tenga abierto el corazón para tener una mente receptiva. A partir de hoy aprenderá todo lo que le diga; así que escuche, ponga atención, porque no voy a estar repitiendo. Un día le van a preguntar quién fue su maestro y no me tiene que poner en mal. Si tiene duda me pregunta después de terminar la ceremonia”.

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